Hoy soñé contigo... Y no fue un sueño que se le pueda contar a los niños...

Nos encontrábamos trabajando hasta tarde, desvié la mirada un diminuto segundo de mi computadora y ahí estabas; observándome detenidamente...
Podía sentirte el desnudarme con la mirada...
Bajé rápidamente la vista hacia el ordenador sin poder teclear o siquiera pensar en lo que estaba haciendo anteriormente... Simplemente con el recuerdo tan vívido y fresco de tus ojos penetrándome el alma, disfrutando el éxtasis de mis pensamientos y fantasías aumentadas en un momento por tu mirada...
Cuando de pronto escuché como pasabas el seguro a la puerta y no pude más que mirarte sorprendida, con una gota de sudor frío corriendo por mi rostro. Me miraste una vez más lo recuerdo, y sin necesidad de palabras comprendiste lo que mis temblorosos labios gritaban en silencio...
Un beso...
Un beso largo, apasionado... Lleno de calor y de seducción... Mientras tus manos experimentadas desabrochaban mi blusa de una manera encantadora aunque algo desesperada, mientras me fundía en tu calor y la mente me daba vueltas, no pudiendo comprender que era lo que me estaba sucediendo, sensaciones nuevas recorrían mi cuerpo, me sentía cada vez más acalorada y casi podía ver el rubor en mis mejillas y sentir mi respiración agitada.
Tus labios...
Tus labios recorrían mi cuello suavemente, bajando por mi pecho, saboreando lentamente cada centímetro de mi piel, produciéndome sensaciones placenteras repletas de electricidad... Sin tener control de mí misma pude de pronto escuchar mi voz gritando con desesperación, y es que aquellas manos tuyas me quemaban la piel y tu lengua me devoraba el alma con tal rapidez que podía sentir el corazón desbordar adrenalina y la sensación de mareo aunada al jadeo de nuestros alientos… Pasamos de una a otra fase del encuentro, mientras la noche transcurría, acariciando nuestros cuerpos y fundiendo nuestros deseos, terminando en un grito apenas audible para los dos, con un susurro trémulo en un intento de ser tiernos después de que nuestros instintos habían destrozado completamente nuestras ropas y la habitación, con marcas mostrando el camino de nuestros deseos trazando en nuestros cuerpos delicados arañazos que indicaban el nivel de nuestra excitación… “Te amo” me dijiste mientras cambiabas por última vez de posición, esta vez para abrazarme y acercarme hacia tu pecho, envolviéndome con tu camisa hecha girones, besándome esta vez para sellar nuestra pasión, acostados, agotados en el suelo de nuestra habitación…

Hoy soñé contigo... Y como ves, no fue un sueño que se le pueda contar a los niños...